13 enero 2014

En fin.

Nunca me he sabido explicar porque ciertas experiencias en mi vida, suceden un lunes.
No todas las desgracias de mi vida suceden un lunes, son específicas, son las que recuerdas y arden en el pecho... Además de empapar los ojos de lágrimas.

"En fin" me digo... Como resignación a lo que pasó, porque no se remedia, no se cura, no se alivia, tan sólo se queda, como una espinita filosa en la piel, como arde... Y ya ni la ves... 

Como de esas lágrimas que brotan y brotan, que a penas y resbalan de tu mejilla, solo caen, apenas humedecen, parpadeas y salen miles. Así lloro los lunes. 

"Quiero comprar algo" se me viene a la mente. Llenar aquellos hoyos en los que la gente que viene y se va, cavaron muy hondo. 

"La gente es muy floja para ver" decía otro día. Pues nunca ve, más allá de lo que "tiene que ver" las coincidencias no existen, gente estúpida. 

Me he quedado sin mi protector de las noches obscuras. Mi gato, mi amor.

Por más que busque quien nos controla, quien pone estratégicamente aquellos anuncios en mis páginas web, a quien me mira por chat y no es necesariamente mi contacto, a quien predice mis movimientos bancarios o intelectuales... A todas esas cosas ocultas para nuestro bien, y ese quien libera información de apoco para que no estallemos en la locura, que no existe ni izquierda ni derecha, que no hay libertad en ningún sentido y que aquellos que vinieran de otro mundo puede ser un futuro... Y aún así me entere de todo por simple azar. La vida, no deja de ser absurda. 

Así, suele ser.